jueves, julio 28, 2011

Felices Fiestas Patrias 2011

En esta ocasión permítanme mostrar algunos aspectos históricos sucedidos para y por nuestra independencia del año 1821, estos extractos se han tomado de la Pinacoteca Virtual Sanmartiniana, del Instituto Nacional Sanmartiniano de la Argentina, a quienes desde este blog, se les da las gracias por dejarnos permitir utilizar este material y dar algunos comentarios al respecto

Desembarco en Paracas. (8 de Septiembre de 1820). Acuarela. Museo de Sitio. Huaura, Perú.


El desembarco en Paracas se produjo el 8 de septiembre de 1820, y estuvo a cargo del coronel mayor las Heras, quien al frente de la 1ra División del Ejército tenía como misión asegurar el desembarco del grueso frente a la localidad de Pisco, 10 km al norte. En cumplimiento de la misión impuesta, Las Heras desplazó su fuerza hacia el norte, rumbo a Pisco, produciendo el repliegue de las fuerzas realistas que ocupaban esa localidad, las que sin combatir, y a las órdenes del coronel Manuel Quimper, se dirigieron hacia el sudeste con rumbo a la ciudad de Ica.
San Martín no participó de este desembarco como lo pintara el artista, ya que tocó tierra en Pisco el día 11 de septiembre con el resto del Ejército, según lo que se había previsto.
El concepto general de la maniobra a realizar por San Martín, se puede resumir de la siguiente manera para esta primera fase de las operaciones: operar ofensivamente desde Pisco e Ica (que sería ocupada luego de dispersar a las fuerzas de Quimper), por dos ejes simultáneos y paralelos hacia el norte, uno terrestre por la Sierra y otro marítimo, dejando un elemento en actitud defensiva en Ica.
Establecer una base de operaciones al norte de Lima, lugar de reunión de los dos ejes, encerrando a esta ciudad en un círculo de insurrección general.
El eje terrestre avanzaría declarando la independencia en todos los pueblos de la Sierra (40% de la población), reclutando hombres, obteniendo recursos, batiendo resistencias realistas y sembrando la semilla de la insurrección.
El eje marítimo cubriría el movimiento terrestre reteniendo fuerzas realistas ante la amenaza de desembarcos en diferentes puntos, para dirigir el grueso del ejército al norte de Lima y esperar allí al eje de la Sierra.
Simultáneamente se lanzarían innumerables acciones de propaganda y difusión política contra España y sus autoridades, se emplearían fuerzas de guerrillas para mantener presión sobre el enemigo en la propia Lima y se tomaría contacto con figuras destacadas de los patriotas peruanos.

Casa Hacienda de “El Ingenio”. Primer lugar donde vivió San Martín en Huaura y Cuartel General del Ejército desde el 18 de enero hasta mediados de julio de 1821. Fotografía, septiembre de 2004. Huaura, Perú.

En esta casa vivió San Martín desde el 5 de diciembre de 1820 que llegó de Supe hasta el 28 del mismo mes que se dirigió a Sayán, y la convirtió además en su Cuartel General al retornar de Retes el 18 de enero de 1821, “...permaneciendo aquí en forma intermitente debido a los continuos desplazamientos que le imponía su propia responsabilidad.” Inicialmente el Libertador empleó esta casa como lugar de residencia solamente, ya que el Cuartel General se instaló en la casa “del balcón”, la que desde el año 1942 es Monumento Histórico Nacional, (ver datos sobre este lugar en la fotografía siguiente). Es decir que durante un lapso nuestro general residía en una casa y tenía su Cuartel General en otra, pasando posteriormente (el 18 de enero de 1821) a reunir en la casa que muestra esta foto las dos actividades.

Vista de la casa de Huaura, Cuartel General de San Martín, del 31 de diciembre de 1820 al 18 de enero de 1821. Fotografía, septiembre de 2004. Huaura, Perú.



Frente a la plaza, y sobre la esquina izquierda de esa vereda, se puede observar una antigua casa estilo colonial, con su característico balcón “volado”, como los que podemos ver en la hermosa arquitectura colonial que tan cuidadosamente se preserva en nuestras provincias de Salta y Jujuy. Allí funcionó el Cuartel General del Ejército Libertador del Perú, después de su desembarco en Huacho (muy cerca), acontecimiento que se produjo el 13 de noviembre de 1820.
A su frente se destaca el campanario construido a partir del nivel del suelo, que fuera levantado como recordatorio, para albergar y preservar las tres campanas que fueron recuperadas de entre las ruinas que pertenecieran a la iglesia que allí existía entonces, la que fuera destruida por un terremoto.
Después de ese desembarco al que hicimos referencia, efectuado sin resistencia por parte del enemigo, San Martín procedió a marchar hacia el norte del río Huaura y a ocupar con sus tropas una gran zona de reunión en el valle del mismo nombre. Luego se realizaron algunas obras de reforzamiento del terreno sobre la margen sur de ese río, a fin de asegurarse ante la posibilidad de ataques por parte del enemigo realista, que había desplegado sus fuerzas al norte de Lima (próximo a la ciudad), y que estaba atento a los movimientos y desembarcos que los patriotas venían realizando desde el 8 de septiembre en Paracas (al sur).

Iglesia de San José. Fotografía, septiembre de 2004. Huaura, Perú.


Casi frente a la casa-hacienda de “El Ingenio”, a la que ya nos hemos referido como lugar de residencia del Libertador y al mismo tiempo Cuartel General durante varios meses, se encuentra la Iglesia de San José, que ya existía al momento de llegar allí el general San Martín.
Según nos comenta en la carta ya citada el Ing. Ingunza Simonetti, Vice Presidente del Instituto Sanmartiniano del Perú, fue en la catacumba de esta Iglesia y en los campos aledaños donde se dio sepultura a los muertos que se produjeron con motivo de las epidemias ocurridas allá por febrero del año 1821 en el Ejército Libertador.
Agregamos nosotros que dichas epidemias constituyeron un episodio muy doloroso en esta etapa de la campaña libertadora del general San Martín, que también afectó a la capital, Lima, ocupada por los realistas. Aunque allí se disponía de mayor cantidad de medicamentos.

Bernardo O’Higgins. El Batallón Numancia recibe su bandera. Acuarela, MH del Carmen de Maipo, Chile.


Después de su alejamiento de Chile O’Higgins se instaló en la hacienda de Montalván, propiedad que le había sido concedida por San Martín como Protector del Perú, en retribución a sus señalados servicios, y allí permaneció hasta su muerte en el año 1842.
O’Higgins pintaba aceptablemente a la acuarela y el cuadro fue realizado dibujando directamente con la acuarela sobre el papel. Más allá de los aspectos técnicos, la obra lleva sin duda el profundo afecto que este prócer sentía por San Martín, a quien quiso como a un hermano. Para realizar estas dos obras que reproducimos (esta y la siguiente), debió imaginar y asesorarse respecto a la escena, ya que no fue testigo presencial de los hechos, ocurridos en los primeros días del mes de diciembre del año 1820. En efecto, el 3 de diciembre de 1820 el Batallón Numancia, con 650 hombres dejó el servicio al Virrey del Perú y se pasó al Ejército Libertador. Durante los días previos se habían tenido algunas noticias de la intención de los sublevados, quienes al mando del Tcnl Tomás Heres y algunos rebeldes penetraron en la tienda del jefe y lo intimaron para que se entregara, tomando el control de la unidad.
El pasaje del Numancia a las filas patriotas representó un gran golpe para los realistas ya que al efecto psicológico que produjo esta pérdida se le sumó el refuerzo que dicha unidad significó para los reducidos efectivos de San Martín, quien no fue ajeno al hecho, sino que lo propició a través de correspondencia secreta que mantuvo con los conjurados, ni bien supo la situación que se vivía en el seno de esta unidad.

Bernardo O’Higgins. El batallón Numancia jura la nueva bandera. Acuarela. MH del Carmen de Maipo, Chile.


Después de haber recibido la bandera del Ejército Libertador, y luego de las palabras del Coronel Mayor don Juan Gregorio de las Heras, según se relató en el cuadro anterior, se pasó entonces a formalizar la jura de lealtad a la nueva bandera, bajo la fórmula de “Renovad el juramento que habéis hecho tiempo ha en vuestros corazones, de morir por la Patria, o verla independiente del gobierno español.”
Cumplido esto, “Su abanderado recibió de manos de Tomás Heres, como este lo había recibido, hacía un instante, de las manos del Jefe del Estado Mayor General, el pabellón del Ejército Libertador, ya iluminado con el brillo y ornado con los laureles de Chacabuco y Maipú.”

Anónimo. Conferencia de Punchauca. Óleo. Museo de sitio Huaura, Perú.


En Punchauca se reúnen el 2 de junio de 1821 San Martín y el virrey La Serna, en otro intento por encontrar una solución a la guerra, en el marco y oportunidad que brindaba la real Orden de Pacificación de Hispanoamérica. Ya antes se habían reunido representantes de ambas fuerzas en Miraflores, en septiembre de 1820, y en otras oportunidades, pero fijaremos la atención en esta reunión de Punchauca por ser la más importante, la única que cuenta con la presencia del Gral San Martín por un lado y el Virrey por el otro, y la que probablemente más cerca estuvo de tener éxito.
El Libertador expone en Punchauca, en forma brillante su posición y el Virrey, gratamente impresionado, promete analizar la propuesta y ponerla a consideración de sus generales. Unos días después, presionado por sus jefes, su respuesta será negativa. La guerra estaba asegurada.
De lo que propuso San Martín en aquella reunión ha quedado la relación del Coronel Tomás Guido que dice así: “Si V. E. se presta a la cesación de una lucha estéril y enlaza sus pabellones con los nuestros para proclamar la independencia del Perú, se constituirá un gobierno provisional presidido por V. E. compuesto de dos miembros más, de los cuales V. E. nombrará uno y yo el otro; los ejércitos se abrazarán sobre el campo; V. E. responderá de su honor y de su disciplina; y yo marcharé a la península si necesario fuere, a manifestar el alcance de esta resolución, dejando a salvo en todo caso hasta los últimos ápices de la honra militar, y demostrando los beneficios para la misma España de un sistema que, en armonía con los intereses dinásticos de la casa reinante, fuese conciliable con el voto fundamental de la América independiente.”
Refiere Guido que todos escucharon estas palabras con signos inequívocos de alegría y calurosa aprobación, aclarando el virrey que consultaría a sus mandos militares. Estos, como ya se ha dicho, “manifestaron su opinión contraria por cuanto consideraron que la propuesta de San Martín sobrepasaba las instrucciones recibidas de España, las que prohibían expresamente tratar sobre la base de la independencia.”

Proclamación de la Independencia del Perú. Óleo.


El día sábado 28 de julio de 1821, siendo las diez de la mañana una “...nutrida delegación de personalidades ingresó al Palacio de Gobierno, para invitar al general San Martín a constituirse en la plaza Mayor, para proceder a la ceremonia de Proclamación de la independencia del Perú”. Siguiendo el interesante relato de los hechos que hace el Ing Manuel Augusto de Ingunza Simonetti (ver bibliografía), el Libertador salió del palacio acompañado por el Gobernador, el Alcalde de Lima, el Conde de la Vega del Ren portador del Estandarte del Perú, miembros del Estado Mayor, y oficiales superiores. Precedían la marcha los miembros del ayuntamiento, el rector y catedráticos de la Universidad de San Marcos, religiosos, jefes del Ejército Libertador, vecinos notables, etc.
En la plaza había unas 16.000 personas luciendo la escarapela Nacional y aclamando el paso de San Martín con las demás autoridades, quienes siguiendo la costumbre de la época, dieron una vuelta completa para detenerse frente a la Casa del Arzobispado. Luego el Libertador se dirigió al centro de la plaza, donde un tablado con alfombra roja había sido levantado, subiendo a él con las principales autoridades. San Martín tomó el Estandarte de la Patria, que le entregó el gobernador y dijo: “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende.” Luego procedió a batir el pendón repitiendo con emoción: “¡Viva la Patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la Independencia!.
Las campanas de Lima, los cañones, las bandas militares y la gente, se dejaron oir después por largo rato.
El acto se repitió en tres plazas más de la ciudad, frente a la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, frente a la Iglesia de las Descalzas y en la plaza de la Inquisición (hoy Bolívar), repitiendo San Martín sus palabras de proclamación.
Por la noche se ofreció un baile de honor al que asistió muchísima gente, y aunque quedaban por delante muchos obstáculos por salvar, muchos combates por librar, y mucha sangre por derramar para gozar en plenitud del fin de la dominación española, San Martín pudo cumplir la promesa que había hecho a los pueblos de América.

San Martín con uniforme de Protector del Perú. Óleo sobre tela. 1950. RGC, Buenos Aires.


Mucho se ha dicho y escrito respecto a la decisión de San Martín de asumir el mando político y militar, resumiendo así en su persona la suprema autoridad. Algunas de esas opiniones son particularmente críticas como la del general La Serna que en irónica carta contesta el despacho que San Martín le hiciera llegar imponiéndolo de la declaración de la independencia y de su asunción del protectorado.
El general Bartolomé Mitre en su “Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana” opina sobre este punto diciendo: “...pero al asumir la dictadura fatal que las circunstancias le imponían, se inoculó el principio de su decadencia militar y política.”

Vista del Puerto de Guayaquil. Grabado publicado en “Viajes alrededor del mundo y naufragios célebres”. 1844, Paris.


Hasta este puerto llegó San Martín para entrevistarse con Bolívar, llevando la gran esperanza de obtener su apoyo y los refuerzos que imprescindiblemente necesitaba para culminar con éxito la guerra. No fue así, y nuestro Libertador sintetiza lo tratado, en su carta al Mariscal Castilla el 11 de septiembre de 1848 “...mi entrevista en Guayaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) que el solo obstáculo de su venida al Perú con el ejército de su mando no era otro que la presencia del general San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas que yo disponía.”
Pero recordemos los hechos. El 26 de julio de 1822 San Martín se encuentra con Bolívar y se produce la conferencia de Guayaquil. “Al fin se cumplieron mis deseos de conocer y estrechar la mano del renombrado general San Martín.”(exclamó Bolívar.)
San Martín contestó que los suyos estaban cumplidos al encontrar al libertador del norte. Después de una ceremonia de recepción quedaron solos y hablaron sin testigos por el lapso de más de una hora y media. Al día siguiente, 27, se reunieron otras cuatro horas.

Octavio Gómez. Entrevista de Guayaquil. Óleo. INS. Buenos Aires.


En los saludos de presentación de las delegaciones pueden identificarse, comenzando del centro hacia la izquierda a: Bolívar, del Castillo, Salom, Córdoba, Urdaneta, Lara, Carvajal y O’Leary. Hacia la derecha tenemos: San Martín, Luzuriaga, T. Guido, R. Guido (edecán), Blanco Encalada, Soyer, Mosquera.
Esta conferencia, que ha sido detalladamente estudiada y analizada a través de los años, podría extendernos largamente en su tratamiento, pero no es ese el objeto de este trabajo. Sólo hay un punto que nos interesa destacar y es el hecho concreto de que San Martín toma conciencia en ese acto, de su condición de obstáculo para obtener el apoyo por parte de Bolívar a fin de terminar la guerra en el Perú.

Pablo Ducrós Hicken. Reunión entre San Martín y Bolívar en Guayaquil. Óleo. Embajada de Venezuela en la Argentina, Buenos Aires.


Es a partir del hecho incontrastable por el cual San Martín se ha convencido de que su persona era el único obstáculo para que Bolívar empeñase su ejército en el Perú, que toma forma el dilema del Libertador.
Resulta oportuno aclarar en este punto, que no se discute si esa fue realmente la decisión de Bolívar, o su intención durante las horas que se reunieron, sino simplemente que esa fue la convicción que se formó nuestro prócer, tal cual dirá en su carta a Bolívar escrita un mes después de la entrevista: “...yo estoy íntimamente convencido de que, o no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa.”
Recordemos, antes de seguir, que un dilema es un argumento que presenta una alternativa de dos proposiciones, o un razonamiento construido de tal modo que ofrece como conclusión válida dos alternativas que se derivan de una misma premisa, ambas malas o desfavorables. El dilema más famoso que existe quizás sea el que se expone en el monólogo de Hamlet (de la obra homónima de Shakespeare). En él se pregunta el príncipe, abrumado por las circunstancias que le tocan vivir, ¿qué es mejor para el alma: ser o no ser? (¿vivir o morir?).
Los términos que plantea el dilema del Libertador son: ¿qué es mejor para el Perú, permanecer o retirarse?
Permanecer implicaba, según su convicción, no obtener el apoyo de Bolívar para la pronta culminación de la campaña; la prolongación de la guerra (ya crónica) sin poder definirla; el mayor sufrimiento del Perú, que debía soportar su carga de destrucción y muerte; el crecimiento del malestar interior; el surgimiento de las pasiones políticas y hasta el quiebre interno. ¿Hasta dónde se pueden exigir sacrificios a los pueblos cuando se tiene la inquietante percepción de no contar con las herramientas para lograr el triunfo?
Retirarse podía parecer un abandono de sus altas responsabilidades y obligaciones, con el riesgo de ser condenado por la historia, mancillando su honra y prestigio, valores que constituían su única fortuna y orgullo.
Pero al retirarse lograría la venida de Bolívar al Perú con su ejército, eliminado el obstáculo de su presencia, y al mismo tiempo al retirarse eliminaría las sospechas sobre sus propias intenciones, que injustamente lo suponían con deseos de coronarse rey o emperador, y al eliminarlas, aplacaría los ánimos políticos y las fuerzas de la dispersión.
Pero por sobre todas las cosas, retirarse era prestar el mejor servicio al Perú y ese fue siempre su pensamiento supremo. Con esa idea lograba romper el cepo del dilema. Ya no eran igualmente malas o desfavorables las premisas de permanecer o retirarse.

Por último, solicitamos al Instituto Sanmartiniano del Perú, que en beneficio de la justicia, verdad y derechos de autoría, coordine con su similar argentino a fin de rotular debidamente las obras pictóricas que se expone en la pinacoteca como autores a Etna Velarde, C. Cox y Juan Lepiani, entre otras que pudieran haber. por otro lado, recomendamos visitar el portal del Instituto Nacional Sanmartiniano de Argentina, gracias y
Felices Fiestas Patrias 2011 !!!!